Experiencia Personal

¿Por qué amo al ballet?

Entre todo lo que ha sucedido con el COVID-19, a veces se nos olvida porqué hacemos lo que hacemos. Nos distraemos por sentimientos de clausura, nos sentimos enjaulados, confinados y atrapados, por no poder salir. Se nos olvida que, hasta cierto punto, lo hacemos porque queremos. No es que queramos quedarnos adentro, sino porque queremos que nuestro planeta se arregle, que nuestra sociedad vuelva a la normalidad o porque nos queremos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos lo suficiente para protegernos a todos al decidir no salir. Pero, este tiempo nos permite darnos cuenta que la vida está llena de pequeños detalles que antes no valorábamos tanto como debíamos. ¿Qué no haríamos ahora por poder sentarnos en un parque a platicar con un viejo amigo? ¿O quizás, atrevernos a bailar por la calle y balancearnos en el borde de la acera como hacíamos de niños? ¿Por abrazar a ese abuelo o abuela que no veíamos hace meses por estar tan ocupados con nuestras carreras o estudios? ¿O por poder ponerte unas puntas y bailar como si nadie te viera? Lo que extrañamos es más que nada el amor y el afecto que no sabíamos tenerle a ciertas personas y cosas. Yo me he dado cuenta de algo que ya sabía, pero que necesitaba reafirmarme: mi amor por mi pasión.

Viendo videos de ballets completos y fragmentos (que antes no había podido sentarme a disfrutar por cuestiones de tiempo), me doy cuenta que amo al ballet mucho más de lo que yo ya creía, que era mucho. Lo extraño, y quiero escribirle un tipo de carta o confesión de amor, si me lo permiten. Por favor déjenme saber porqué ustedes aman o les interesa el ballet, el arte o los pequeños placeres de la vida, en los comentarios, en mi Instagram (@andreaspromenade) o en cualquiera de mis redes sociales. Compartámonos todo ese amor por ese arte que tenemos en común, que todos amamos…

— — — 

Querido Ballet, 

Te quiero hablar y halagar un rato, traerte un poco de alegría, como me la has traído a mí por estos ya casi cinco años que hemos pasado tan juntitos. Te descubrí tarde, entre mi adolescencia de estudios académicos. Abriste mis ojos, entre pensamientos de tiniebla y vacíos personales. Estaba perdida sin saberlo, sin darme cuenta. Me diste un objetivo, o varios, o muchos que vencer; objetivos que me siguen retando cada día, cada hora. Creíste en mí, dándome una voz sin tener que hablar y una expresión sin tener que gritar. Me regalaste conocimiento de mí misma y de mi cuerpo, un control que no creía que necesitaba. Me hiciste crecer como persona, como atleta, como artista. Me regalaste la oportunidad de conocer a gente increíble, en distintos lugares. Hice amigos en mi academia, en mi país; personas que te quieren como yo y entregan su tiempo libre sin pensarlo para ver qué les regalás con el esfuerzo necesario. Me diste la oportunidad de viajar y empujarme a mejorar, de presentarme  en teatros maravillosos, entre los que resaltan el teatro más importante de mi patria, el más grande que haya visto de nuestro país vecino y el más renombrado en el que he llegado a sentir mis puntas contra el linóleo y la madera en la isla que me inspira cada día. En una isla de metodología cubana, he vivido ideologías distintas y condiciones diferentes, conociendo a personas maravillosas, con grandes metas, que me empujan a seguir mejorando cada día con su pasión y su amor por tu arte, por este arte que compartimos, que ni sabemos hasta qué rincones del mundo nos irá a llevar. 

Y lo mejor es que, yo sé que los tiempos buenos son así de hermosos gracias a los que no han sido tan buenos ni tan hermosos. Hemos tenido nuestros momentos en los que me frustrás, me estresás, y a veces, la verdad es que no te soporto. De vez en cuando, siento que no me querés en tu vida, en tu mundo, que no estoy hecha para vos y que lucho cada día por encajar en un molde en el que no quepo. Pero, siempre regreso a vos, con esos brazos tan abiertos, listos para recibirme, con oportunidades, con recompensas, que me hacen darme cuenta que vale la pena el trabajo que lleva estar junto a vos. Así que, no solo me has dado alegrías, sino también frustraciones para poder apreciar las felicidades que hemos pasado juntos. Y espero que ésta sea una más que se sume a la lista. 

Estando alejados, te logro apreciar mucho más. Te extraño. Y mucho. Extraño sentir la barra en mis manos, las cintas contra mi piel y mis puntas contra el piso. Extraño el volar al saltar, el correr al caminar y el liberar al expresar. Extraño ser campesina, princesa o cisne. Extraño los leotardos, las enaguas (sayas o faldas), las zapatillas con sus cintas enredadas. Extraño las correcciones, los dolores musculares, las lágrimas derramadas. Extraño la frustración de sentir que no mejoro, pero el sentimiento de seguir perseverando, aunque sea poco a poco, día con día, clase por clase. Extraño a mis compañeras y compañeros, ver y escuchar música hermosa en los pasillos de mi escuela a la que me costó tanto llegar. Y me bloqueé un poco, me dejé estresar en cautiverio. Me doy cuenta de que el peor virus es nuestra mente; y me alejé por unos días, aunque no totalmente, sí mentalmente. Pero vuelvo con una curiosidad aún más vívida, creatividad aumentada y mucho pero mucho amor por el trabajo que nos falta por recorrer. Te amo, Ballet; y no me tenés que amar de vuelta si no te nace, porque yo ya soy feliz explorándote, viviéndote y amándote. 

Nos vemos pronto,

Andrea 

Leave a Reply

Your email address will not be published. Required fields are marked *