Experiencia Personal

La lección más importante de mi 2022

Este año fue un año de muchas emociones, mucho trabajo, mucho llanto, mucho crecimiento, mucho baile y sueños cumplidos. Aprendí muchísimo, tanto de ballet como de la vida.

Aprendí muchas lecciones pero la más importante en este 2022 sin duda fue la siguiente:

Aunque querás controlar tus planes, la vida te los va dictando y hay que dejarlos ser

Empecé el año hundida. Sin esperanzas de seguir bailando, sin un rumbo establecido. Y ahora al final de este 2021, me sorprende ver dónde estaba en enero y ver el desarrollo del año en este diciembre que es siempre tan reflexivo. En retrospectiva, las altas tan altas y bajas tan tan bajas, formaron un camino. Cumplí varios sueños y me encuentro cerca de cumplir otros. Les comparto cómo sucedió.

Después del 2020, me sentía perdida, sin poder volver a Cuba, y sin conseguir ninguna oportunidad de las audiciones y material que mandé por correo a compañías. Tenía la baja en entrenamiento de la pandemia encima y la desilusión de sueños tumbados.

Me rendí, dejé de bailar (solamente por 2 semanas, pero fue una cosa más de actitud), hasta que se me dio la oportunidad de una audición para el Ballet de Jalisco. Me aventuré. Me aferré a la poca esperanza que me dio el correo de pasar la primera ronda virtual. Pero, no pasé. No pasé. La poca luz a la que me aferré, se extinguió más (aunque no lo creí posible). Me pegó bien fuerte. No sabía que hacer. Pero, en retrospectiva me doy cuenta que no estaba tan entrenada como hubiera querido y habían otros factores burocráticos lejos de mi control. Es muy cierto eso que dicen de que cuando se cierra una puerta, se abren otras; es un cliché, pero porque tiene cierto grado de razón…

En febrero decidí volver a Cuba para poder terminar mis estudios en la Escuela Nacional de Ballet de Cuba “Fernando Alonso” y, aunque creía que no iba a suceder (después de la pandemia había perdido mi esperanza de cumplir ese sueño por varias complicaciones con vuelos, mi entrenamiento, mi estado de ánimo, etc), en marzo ya estaba en La Habana y de ahí todo explotó muchísimo, en el buen sentido.

En las primeras semanas, fui seleccionada para concursar en el Concurso Internacional de Ballet de el Encuentro Internacional de Academias. Tenía que preparar una variación en un mes. UN MES. Los que se han preparado para concursos saben lo pesado que es y hacerlo en tan poquito tiempo es una loquera. Pero, se logró. Me tocó una ensayadora maravillosa. Me inspiró, me enseño muchísimo, me escuchó, tomó en cuenta mis opiniones y me preparó. Pasé la audición. Iba a concursar.

Les mentiría si les dijera que fue un día hermoso. No lo fue. Lo bueno fue que mi mamá había ido a visitarme para verme bailar en la función de inauguración del Evento de Academias del “Camarón Encantado” y en este concurso. Sin embargo, me puse muy nerviosa. Muy dudosa. Muy dentro de mi cabeza, en espirales de pensamientos negativos que no paraban. Hice lo que llamaría la peor clase de ballet de mi vida para calentar/prepararme. Hablé con mi novio a la distancia y fue eso lo que me ayudó más. Sentía que no merecía concursar, que no iba a hacerlo bien, etc etc. Lloraba y dudaba y lloraba más y dudaba más. Me logré calmar mientras me maquillaba y casi no me da tiempo de alistarme. Pero, lo logré y lo hice. Me acuerdo que pensaba mucho “Lo que será, será”. Y la verdad, lo disfruté; aunque, lo que más me acuerdo es que pasó extremadamente rápido. Y listo. Al otro día, fue la sorpresa.

Gané tercer lugar en mi categoría. ¿Qué? ¿Gané? ¿Yo? ¿Un premio de ballet? ¿En una de las competencias más importantes de Latinoamérica? ¿Yo, quien empezó “tarde” y había descartado la posibilidad de competir en ballet porque eso era para “gente que hace ballet desde la panza”? ¿Yo, quien “no tenía buena espalda ni las piernas adecuadas porque no tenían solución”? ¿Yo, quien no creía y dudaba? Pues sí. Lo logré. Un sueño hecho realidad. Y lo más loco es que no fue el único sueño que cumpliría este año.

Después de la competencia, mi ensayadora llegó y me preguntó: “¿Ahora qué quieres hacer?” Y yo fui sincera: “Mi sueño es graduarme con un Pas de deux”.

CONTEXTO: en las escuelas de estudio formal de ballet, o por lo menos en Cuba, no todo el mundo puede graduarse con un pas de deux (una coreografía clásica que dura generalmente entre 10 y 15 minutos en pareja, que usualmente sigue el orden de entrée o adagio, variación masculina, variación femenina y coda juntos) en el examen final en escena. Todos se gradúan con una coreografía grupal seleccionada por los maestros y maestras, y algunos se gradúan con algo extra, una variación si te consideran listo o lista, y solo a algunos con un pas de deux, debido a la carga física y trabajo que conlleva.

Volviendo al tema, ya comprendiendo lo que significaba, entenderán mi sorpresa cuando mi maestra accedió y me buscó partner para que pudiera ensayar mi pas de deux. Todavía me emociono al pensar en esa época, porque sentí tanta felicidad y emoción que no cabía en mí misma. Empezamos a ensayar el pas de deux de “La Fuente de Bakhchisarai” (a mi ensayadora le encantan los repertorios super desconocidos y quería hacer este). Divino, expresivo, con saltos. Lo amaba. Ir a ensayar era mi punto alto del día.

Lo que siguió del año fue muy rutinario de trabajo balletudo, pero pesado. Días cansados de la Escuela. Clase de ballet en la mañana, Repertorio, a veces otra clase extra como Danzas de Salón o Metodología u otra, ensayo de pas de deux, almuerzo de como 10 minutos para volver a otras clases como Danzas Españolas o ensayos. Sip. Pesado pero bonito. Un verdadero privilegio, junto a las dificultades de vivir en Cuba.

Llegó julio y de regalo de cumpleaños me lesioné. No me podía subir a las puntas. Tendinitis y periostitis por sobrecarga muscular. Horrible. Muy frustrante. Estaba preocupada, tuve que irme un poco antes de vacaciones de la Escuela para poder tratarme mis lesiones y descansar. Pude ir a México con mi novio y su familia y luego a Costa Rica con mi familia. Estuvieron bonitas las vacaciones. Conocí Puerto Viejo (mega highlight, que bello lugar). Pero, no me curé completamente. Iba a tener que volver a la rutina pesada que me había causado la recarga muscular sin haberla descansado o curado suficientemente.

La verdad, los últimos meses de mis estudios los sobreviví. Estuvo muy pesado. La situación de Cuba se complicó más, la moneda estaba muy inestable, la gente en la calle muy sensible y explosiva, y buscar la comida con la carga muscular era aún más difícil de lo usual. Las clases seguían y solo subían en intensidad porque se acercaban los exámenes finales. Y mi ensayadora decidió en las vacaciones anteriores cambiar el pas de deux a Katarina (sí, otro aún más desconocido).

Así que, teníamos que sacar el pas de deux en un mes. Una vez más. Podía haber una audición en cualquier momento para el examen final “estatal” en escena. Y la fecha del examen no estaba establecida porque la situación de los teatros estaba difícil. Iba a ser a finales de setiembre, luego principios de octubre, después que no, que a finales de octubre. Al final, el examen fue en noviembre. Pero trabajamos con la incertidumbre hasta literal una semana antes. Yo no podía sobretrabajar, no podía ensayar de más porque mi lesión volvía a resurgir, no podía hacer cierta preparación física porque me empezaban los dolores de nuevo por la carga física, y tenía que estirar mucho todo el día para sobrellevar el trabajo y el dolor, todo con la carga del examen de ballet final (casi 2 horas de ejercicios de ballet memorizados), el examen de repertorio y el examen estatal en escena sin fecha fija, además de los otros exámenes teóricos y prácticos de otras materias. Estaba bajo mucho estrés. Pero, lo logré. Todo fue sucediendo. Íbamos trabajando cada día en detalles de todo. Y en medio de todo, otras dos sorpresas…

Pasé la primera ronda virtual de la audición de la Compañía Nacional de Danza de México, un sueño de compañía, de las mejores de Latinoamérica. Tenía que ir a la segunda ronda en físico. Tomé un avión un sábado, audicioné en Ciudad de México el lunes y volví a Cuba el martes, para tener mi examen de Dúo Clásico (clases académica de técnica de baile en pareja de ballet) el miércoles. Esta audición fue un gran respiro de todo el estrés que había acumulado en Cuba. Me fue a ver mi novio, él me acompañó y apoyó en el proceso de la audición. Me ayudó demasiado. Y en sí, dije “Ya estoy aquí, lo que toca es dar mi 100%, respetar mi proceso y disfrutarlo. Y puedo decirlo sin dudar: disfruté. BAILÉ. Amé cada segundo. Y se pasó híper rápido la clase de ballet. Salté alto, me moví, interpreté, expresé y soñé un poco. Me sentí super bien.

Y aunque no pasé el filtro (y obvio que me pegó), agradezco mucho esa experiencia porque nunca antes había disfrutado una audición y llevaba tiempo sin disfrutar tanto una clase de ballet. Fue un empujón para seguir con la lucha de mi sueño: graduarme con un pas de deux.

Al volver a Cuba, literal ese día, aunque estaba super exhausta porque mi vuelo fue de madrugada (lección aprendida, nunca más viajar en estas condiciones, muchas gracias pero no), llegué a un ensayo en el Ballet Nacional de Cuba en la tarde, porque, ah sí, estábamos siendo “Corte” los estudiantes de tercer año para el Festival Internacional de Ballet del Ballet Nacional de Cuba en una de las obras más emblemáticas de Cuba: Giselle. Es un papel pequeño pero una super oportunidad. Estuvo super bonito. Estuvimos en escena con grandes estrellas nacionales e internacionales invitadas: Viengsay Valdés, Maria Kochetkova, Annette Delgado, Ricardo Castellanos, Joaquín de Luz, Yolanda Correa, Jacopo Tissi, Semyon Chudin, Dani Hernández; y sin mencionar aue vi bailar a artistas increíbles como Roberto Bolle, Melissa Hamilton, Lorena García, Eric Rodríguez y muchos muchos más. Fueron veladas de inspiración y cansancio de ir y venir del Ballet Nacional, La Escuela y el Teatro Nacional, pero valieron demasiado la pena.

Llegaron los exámenes finales y me fue bien. Los logré terminar. Estaba preocupada porque yo ya sentía a mi cuerpo dando sus últimas. Estaba muy cargada. De hecho, en una clase me pasó algo que nunca me había pasado a tal grado: dejé de sentir mis piernas; no como cuando uno dice de broma “ay, no siento las piernas”. No me hacían caso. Intentaba hacer los ejercicios, y decirle a mis piernas “hacé piqué al lado” y nada. Me podía lastimar. Tuve que parar. Y en el ensayo general después, hice la mitad del pas de deux sin sentir donde ponía la pierna, no sentía de la pantorrilla para abajo. Yo me cuidé y mucho, pero no podía sobrellevar la carga y no podía parar a descansar. Lo que les puedo decir es que no hagan eso. No lleguen a este punto, por favor. A veces el mundo de la danza glorifica el dolor, es mejor cuidarse desde un principio para no llegar a ese punto, de mano de profesionales.

Faltaba muy poco, literalmente días, así que aguanté. No era dolor como el de antes, por dicha, era fatiga muy muy fuerte. La cosa es que logré, con la ayuda del fisioterapeuta que me había estado viendo esos meses, recuperarme lo suficiente para hacer mis exámenes finales.

Mi examen final de ballet estuvo bien. Me sentí muy bien de terminarlo. Bailé mucho los ejercicios. Estuvo muy intenso, porque mi maestra es muy fuerte y sus clases son matadoras. Me alegró terminar con eso, porque al día siguiente era mi examen final “estatal” en escena. La verdad, fue muy rápido. Tuve la fortuna de que mi familia fue a verme, tuve ese apoyo y esa motivación. Literalmente mi mamá me aplaudió y gritó en un escenario que significó tanto para mí, además de poder presenciar la emoción de mis tías y mi papá.

Lo que más atesoro de ese día fue que justo antes de entrar a escena, tomé un respiro profundo y… lloré. Lloré de felicidad. No podía creer que sí se me iba a dar. Iba a graduarme con un pas de deux. Y uno tan hermoso tras de todo. Era un personaje tan coqueto, tan libre, tan expresivo, junto a una música tan alegre, tan “tarantella”, tan diferente, tan emotiva. Bailé. Lo disfruté.

Los invito a vernos bailar el Pas de deux

No salió perfecto. Nunca sale perfecto. Pero, había trabajado tanto este año en valorar mi proceso, en celebrar mi esfuerzo más que el resultado que, no me importó tanto como el disfrutarlo. Y puedo decir que lo disfruté tanto, que cuando me di cuenta, ya había pasado el entrée, la variación de mi partner, mi variación y ya estábamos en la coda, ya casi se acababa.

Y en unos segundos. Terminamos. Bailé el otro bailable grupal de La Bayadera y terminé. Había terminado con la Escuela. Ese pendiente que me había atormentado con tanta incertidumbre en la Pandemia, ese sueño que creía que se iba a quedar sin terminar, lo había logrado.

Teníamos una función el viernes (dos días después), pero caí muy enferma con un catarro que me tumbó. Mi cuerpo había dado su todo. Y ya no pude más. No pude participar. No podía ni hacer una quinta posición, menos bailar un pas de deux y un bailable grupal. Tuve que escucharme. Tuve que parar y recuperarme.

Luego, ya recuperados (porque mi familia también se enfermó), aprovechando que mi familia estaba, paseamos un poco por Cuba: La Habana obvio, Varadero y Trinidad. Super bonito. Viajé a México para pasar Navidad y Año Nuevo con mi novio y su familia.

A mediados de diciembre, me llegó otra sorpresa.

Cuando fui a la audición a Ciudad de México, al no pasar el filtro, aproveché para preguntar si podría hacer mis prácticas profesionales en la Compañía Nacional. Me dieron un correo y escribí. No me contestaron en como casi 2 meses. Pero, a mediados de diciembre, me llegó un correo.

Voy a hacer mis prácticas profesionales en una compañía de mis sueños. Estoy organizando todo. Así va a empezar mi 2023, con otro sueño por cumplir: hacer mis prácticas en una muy buena compañía en una ciudad que me gustó mucho cuando la visité.

Así que, sí, la vida te sorprende. A veces te tumba y te frena, pero para agarrar impulso y hacerte volar (o soñar) un poco. A mí me cuesta mucho, pero estoy aprendiendo a dejar ser las cosas. La Andrea hundida de enero de 2022 no habría pensado posible las noticias que recibió en diciembre de ese mismo año. Solo 11 meses de diferencia. Pero toda una vida y lista de aventuras en medio.

No se rindan y déjense ser sorprendidos.

¡Feliz 2023, que sea un bello año para todos de mucho crecimiento, mucho amor, muchos éxitos, muchas buenas vibras y sobre todo, mucha danza!

Andrea

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